Distopía

La palabra que da título a este artículo no se encuentra en el diccionario de la Real Academia (estamos en preparación de un dossier para que sea incluida) pero sí en la (ya) inabarcable Wikipedia. En términos de crítica literaria, se llama distopía al antónimo de utopía, es decir, a un relato proyectado hacia el futuro cuyo contenido es esencialmente negativo, en contraposición a los matices positivos que ha tenido la utopía desde que Tomás Moro la fundara literariamente hablando en el siglo XVI.

Los relatos distópicos han tenido un éxito innegable en la literatura del siglo XX. Comenzando por Nosotros, del autor soviético Zamiatin, sátira del totalitarismo soviético que no fue publicada en Rusia hasta 1988, y continuando con “1984” de George Orwell, “Señor del mundo” de Benson o “Un mundo feliz” de Aldous Huxley. Todos ellos suponían que el mundo cercano al año 2000 estaría invadido por la dictadura de una minoría, por la abolición de las instituciones más reciamente tradicionales y por el dominio de lo científico. Hace unas semanas hablábamos en esta misma columna de optimismo informado. Esta claro que los escritores de ficciones de este tipo han sido siempre unos pesimistas con tendencia a la exageración y muy poco acierto. No obstante, del desacierto surge la gloria: las novelas de la distopía son de lo mejor de la narrativa del siglo pasado, mezclando de manera poco habitual complejidad narrativa y entretenimiento para el lector.

Por desgracia, todo lo bueno se acaba. Las distopías del siglo XXI no parecen en condiciones de arrebatar su puesto de privilegio en el mundo de las letras a las del XX. Y para muestra el más reciente botón, la novela de una autora alemana, Juli Zeh, titulada “El Método” y que publica ahora la editorial Mondadori, anunciando a la autora como “La George Orwell del siglo XXI”. Ya le gustaría pero, por desgracia, los deseos no se tornan realidades muy a menudo.

Rasgo común a la mayor parte de las obras que entran en esta categoría crítica es, como ya hemos comentado, el ser producidas en un momento en el que el totalitarismo (de izquierdas o de derechas) amenazaba las instituciones y las relaciones entre las personas. Primer problema: a menos que uno pertenezca a un régimen de este tipo se hace difícil encontrar la motivación para un adecuado desarrollo del argumento. Juli Zeh imagina una “terrible” sociedad en la que se ha caído en la obligatoriedad de la buena salud: una especie de estado del bienestar llevado a sus extremos. Lamento decirles que no resulta creíble. Ni siquiera plausible. Todo lector de Orwell estará de acuerdo tanto en su errado vaticinio como en que la construcción de su relato hace que lo contado obedezca a una lógica interna que lo hace plausible, independientemente de que el futuro lo haya desmentido. Estoy en condiciones de afirmar que el mundo no va a ser como lo dispone Juli Zeh en 2057. Y todavía más dispuesto a afirmar que la mala elección del elemento totalitario lastra la credibilidad de esta novela.

Otra característica de las distopías es la complejidad psicológica de los héroes. Zeh pincha en hueso de nuevo en esta cuestión. La novela está narrada en presente (lo que hace que avance a trompicones y se contradice con lo que por coherencia debe ser un narrador omnisciente) y la única muestra de esa complejidad es la presencia de un desdoblamiento, “la amada ideal” que parece sacado de “Solaris” de Stanislaw Lem y que no alcanza a demostrar el pensamiento de Mia, la protagonista, ni de su hermano Moritz, inspirador de la revolución contra el tiránico “Método”. Solamente en una escena de juicio se alcanza un cierto clímax, demasiado alejado del final de la obra (que no les desvelaré) para que podamos apreciarlo en toda su plenitud.

Quizás les sorprenda encontrarse a estas alturas con una crítica negativa, que no abundan en esta columna. En el fondo, ya era hora de hablar mal de alguien. Se edita demasiado y se hacen demasiados malos libros. También se hacen demasiadas buenas críticas, a veces a obras que no lo merecen. No caeré yo en el pecado de dejar sin censurar algo que debe ser denostado.

2 Comentarios en “Distopía”

  1. Loquo Comentó:

    Te has limitado a no recomendar El Método por su “mala” elección predictiva cuando ésta es sólo una excusa para gestar una novela política sobre el presente. Enfoca al futuro pero habla del presente.

    No se puede decir que El Método es una mala novela. Quizá pueda ser una mala novela si esperas un relato de ciencia ficción o si no te interesa la política (política de verdad), pero la novela de Juli Zeh está repleta de grandes debates internos de la protagonista que bien podríamos tener cualquiera de nosotros. Muchas de las frases que encierra son magníficas incluso con otro contexto.

    No se puede comparar El Método con las mencionadas distopías del siglo XX. Primeramente, porque por mucho que la anuncie la editorial como la quiera anunciar, el valor de dichas novelas es inalcanzable como clásicos que son, y segundo porque la novela de Zeh tiene muchísima menos ciencia ficción.

    Yo no puedo más que recomendarla ya que al igual que cuando leí Un Mundo Feliz, Zeh ha vuelto a conseguir que me replantee un ángulo más de cómo estamos afrontando el camino desde la cuna a la tumba.

    Y me despido con 2 de las frases que más me han gustado del libro, que por cierto terminé ayer:

    “El sentido común es cuando uno quiere tener razón y no puede argumentar el porqué de los motivos.”

    “El sueño fue creado para que, poco a poco, nos vayamos acostumbrando a la muerte”

  2. admin Comentó:

    Estimado Loquo:

    Como comprenderá, disiento de su opinión. Para comenzar, una obra, hable de ciencia ficción o de política, tiene que tener recursos narratológicos y estar bien escrita. La novela de Juli Zeh no destaca por ninguna de las dos cosas.

    Como comprenderá, a un (buen) crítico literario lo que diga la editorial sobre su libro no le interesa demasiado: no son objetivos. Así que si presupone que me he dejado guiar por ella, está equivocado. La editorial presenta el libro como lo que es: una obra proyectada hacia el futuro que, como toda distopía, tiene una lectura en el presente. Para usted resulta sencillo ver valores en “El método” porque pienso que ha ignorado una parte fundamental de lo que Juli Zeh quería hacer.

    ¿Valor inalcanzable de los clásicos? “Señor del mundo” no tiene ciencia ficción apenas y sin embargo es una novela excelente y una distopía mejor aún. Pienso que una parte de las desgracias que asolan a la crítica actual proviene precisamente de la consideración de los “clásicos” como “monumentos intocables” y la consiguiente atrofia del sentido comparatístico del crítico. Si no comparo la obra de Zeh con los clásicos del género, ¿con qué la voy a comparar? ¿Con las mejores distopías de la lengua gallega?

    Por último, y espero que esto no le moleste porque no es mi intención, las dos frases que ha seleccionado como algunas de sus favoritas demuestran la pobre calidad en cuanto a pensamiento del libro. La identificación entre sueño y muerte es una figura manida que Zeh no expresa con una especial habilidad ni carga poética. Sobre la primera, me abstendré de decir lo que pienso de verdad sobre una escritora que necesita definir utilizando la fórmula “es cuando” (en su equivalente alemán, por supuesto)