Filólogos en paro

Les extrañará el título del artículo de hoy. Quizás se pregunten si este pobre crítico les martirizará con la precariedad laboral existente en España y arremeterá contra el político que no ha mostrado soluciones o contra el que no parece tenerlas para el futuro. Tranquilos, no hablaré nada de política. ¿Y si les digo que el libro que criticaré esta semana es una crónica de viajes escrita en 1914? Ahora sí que no entienden nada.

Déjenme explicarles. Érase una vez una editorial radicada en A Coruña, especializada en libros de viajes. Se llamaba Ediciones del Viento. Gente honrada (se supone), que no buscan el mirlo blanco del best seller, que saben que lo suyo es prácticamente una causa perdida. Esta editorial decidió un día publicar “El río de la duda”, relato escrito por Theodore Roosevelt, quien fuera presidente de los Estados Unidos. No sabemos si la iniciativa original la tomó la editorial o, simplemente, a ella llegó uno de tantos manuscritos, firmado en esta ocasión por el traductor Jaime Moreno Tejada, presentado como “Doctor en Historia Amazónica por la Universidad de Londres”.

Lo que sí sabemos es que el libro cuesta veintidós euros. Y suponemos que se van a vender más de cuatro ejemplares. Solo con lo que la editorial sacase de esos cuatro ejemplares, hubiese contratado por tres horas a un filólogo competente, de esos que abundan en el paro. Llegamos al final del razonamiento: ese filólogo le hubiese evitado a la editorial el ridículo de publicar semejante atentado al diccionario.

Paso a relatarles. En la página 47 me encuentro la palabra “abilidad”. Una errata, muy grave, pero se puede escapar. En la 72, y con pocas líneas entre ellas, “savana” y “corage”. Reprimo mis instintos más básicos –quemar el volumen en una de esas hogueras tan típicas ahora mismo en pueblos como Becerreá, que lo mismo calientan que ahúman chorizos– y continúo, a ver qué demonios me va a deparar la lectura. En la 175 me encuentro un “regozijo”. En la 192, y para colmo de mi furiosa indignación, aparece un “tubieron”. Todo esto regado aquí y allá con un uso demencial de la puntuación, unos errores en los acentos que ni un niño de tercero de Primaria y otras vergüenzas ortográficas que no puedo relatar porque se me acaban el espacio y la paciencia. Les digo que ni la solapa se libra de las faltas. Ve uno esto y varios pensamientos se le vienen a la cabeza: ¿es el traductor un incompetente? ¿Es el responsable de publicaciones de la editorial un ciego? ¿Cómo se puede permitir esto con la cantidad de correctores potenciales que están trabajando en cafeterías?

Y ustedes me preguntarán: ¿cómo es que ha acabado el libro? Respuesta: en buena medida, por una cuestión de bibliomanía; por otro lado, apareció la curiosidad morbosa de saber a dónde podría llegar la vesania homicida contra el bien escribir.

Lo peor de todo es que semejante presentación arruina un libro interesante protagonizado por un político más interesante aún. Theodore Roosevelt es, todavía, la persona más joven que ha ostentado la máxima autoridad en los USA, aunque bien es cierto que llegó a ella por el asesinato de McKinley. Inventó la política del “Big Stick” y lideró a su país de manera tan carismática que todavía uno de los salones principales del ala oeste de la Casa Blanca lleva su nombre. Creador del Partido Republicano tal y como lo conocemos hoy en día, cuando fue expulsado de él fundó un tercer partido y consiguió ganar al republicano Taft, aunque fue derrotado por Woodrow Wilson. Hecho todo esto, decidió recuperar su afán aventurero y cazador y se enfrascó en remontar el “Río de la Duda” para saber su longitud, caudal, fauna y desembocadura.

Al leer su aventura, uno se queda fascinado por la valentía para superar con casi 60 años todos los obstáculos de una expedición así. La presencia de pirañas, caimanes y serpientes. Los rápidos, que hacen que las canoas deban transportarse continuamente por tierra haciendo más lento el viaje. La desorientación que produce no saber si se está a 100 o 500 kilómetros de la meta mientras la provisiones se agotan. La angustia de ver a Kermit, su propio hijo, jugarse la vida para salvar la expedición. Pero todo esto no sorprende si uno ha leído con cierta atención a Rubén Darío. Ya lo dijo el poeta nicaragüense: “Eres soberbio y fuerte ejemplar de tu raza”. Tan duro como su rostro tallado en piedra en el monte Rushmore. Una pena que algunos gaznápiros hayan destrozado algo que valía la pena. Roosevelt sabrá esperar una traducción mejor.

9 Comentarios en “Filólogos en paro”

  1. DesEquiLIBROS Comentó:

    Hoy en día la Filología la hacen los correctores automáticos de los programas de autoedición.

    Y el corrector de textos en las editoriales e imprentas es una especia extitnta.

    Conozco de cerca un caso sangrante en el que toda la Bibliografía de un trabajo de investigación fue mortalmente pasada por la quilla del traductor automático de un programa de autoedición… con los resultados que pueden imaginar.
    A la previsible ignorancia del programa se unió en combinación letal la del operador.
    El problema es complejo (costes, proceso editorial, prisas…), pero los nefastosresultados son inapelables.

  2. fermin urdaiz Comentó:

    Gotas de tinta……que destilan mal humor y desconocimiento.
    Dedica más de la mitad de su articulo a una critica tipográfica.
    Mala,muy mala instrucción .

  3. admin Comentó:

    Oiga, con todos los respetos, ¿qué quería que hiciese? A mí me parece noticia que se publique un libro con más de cien errores graves “ortográficos” (que no tipográficos, en el artículo no se habla nada sobre el tipo de letra o tamaño, que serían cuestiones tipográficas). Lamento que haya personas que consideren que no hay mucha crítica en este artículo, pero cuando una editorial o un traductor cometen semejantes errores y el libro llega a manos de una persona que se dedica a la tarea de la Crítica… pasa lo que pasa.

    Desconocimiento? De qué? Puedo informarle de que los animales muertos que aparecen en la portada son pecaríes, que la expedición era la Rondón-Roosevelt, que Kermit Roosevelt participó en la expedición antes de casarse y convertirse en el padre de Kermit Roosevelt II, agente de la CIA en Irán y Guatemala o que el Río de la Duda que se cita en el título es un río que vierte sus aguas, finalmente, en un afluente del Amazonas (quizás el Madeira, no tengo mis notas delante) y que la parte que en realidad “descubrieron” los exploradores apenas llegaba a los 200 kilómetros, pues a partir de ahí era zona de caucheros.

    Según usted debería haberme centrado en eso y olvidar que el traductor no sabe escribir o que la editorial no sabe corregir y ponen en el mercado un producto infame. No se trata de mal humor, se trata de justicia. Es injusto que libros como este lleguen a publicarse de esta manera con la cantidad de profesionales en paro que podrían solucionarlo.

    De todas formas, agradezco su comentario y le pido que me ilustre, sobre todo en mis “desconocimientos”.

  4. Antonio Riesgo Comentó:

    Pués a mi me ha encantado el libro.Lo he leido este fin de semana y he pasado un buen rato.Theodore Roosevelt no era un literato “strictu sensu” y me parecen muy oportunas las palabras del prologo.
    Hay que aplaudir a esta Editorial por su apuesta por la Literatura de
    Viajes.

  5. admin Comentó:

    Yo no niego el interés del libro, y de hecho lo comento en la entrada del blog. Además, Ediciones del Viento ha hecho apuestas de este tipo muy interesantes (por ejemplo, el viaje al Congo de Roger Casement). Roosevelt es un narrador ágil y sus observaciones sobre fauna (en especial sobre ornitología) resultan sorprendentes por su profundidad.

    Pero a mí no me puede encantar un libro con esa edición. Le respeto, señor Riesgo, y también al otro comentarista. Pero pasar un buen rato en un libro lleno de faltas de ortografía me parece imposible.

  6. Luis O´Donnell Comentó:

    Tuve la oportunidad ,hace cuatro años,de leerlo en inglés.
    Para ser más preciso,me recomendaron que recomendara
    a mis alumnos la lectura de éste libro.Así que comencé a leerlo
    por obligación,ya se sabe,si hay Historia de las Ideas Politicas
    por enmedio,hay que profundizar en el personaje.El libro esclarece,aún más,la personalidad de uno de los presidentes más carismáticos de
    los Estados Unidos.Teddy Roossevelt no era un escritor,era un politico
    al más puro estilo americano,un emprendedor que escribía mucho y con precisión ,sobre sus ideas y sobre su agenda politica.
    Cuatro años después,he vuelto a leer el libro en español,esta vez
    por curiosidad,y me ha gustado mucho.El traductor ha sabido dar el tono literario a la escritura,a veces abrupta,de Theodore Roossevelt.
    Por cierto,ya es raro que siendo España la potencia editorial que es,no
    se le haya ocurrido antes a nadie traducir éste libro.Enhorabuena a
    quien lo ha hecho posible.

  7. carlos matanza Comentó:

    Como al niñito le gustó el libro, no se puede hacer una crítica a la desastrosa edición amateur plagada de faltas de ortografía y frases imposibles .
    Hay que joderse.
    Mr. Fermín, a la guardería , please.
    Si entra en un blog de ilustradores de portadas, es posible que encuentre una crítica demoledora de alguno de sus libracos favoritos ; átese los machos y respire hondo.
    Ah, y la mala leche es una virtud.

  8. fermin urdaiz Comentó:

    Malhumorado Matanzas,casi dos años después sigo opinando lo mismo:
    buen libro,buen prölogo,buena traducción y,como buena parte de las pubicaciones -incluido este periodico digital- falta de correcciones tipográficas antes de la edición.
    De todo este “blogueo” me quedo con la critica de Luis O¨Donnell.
    En efecto la mala uva es una virtud que destilan los que no ven más allá por falta de talento o por puro resentimiento.

  9. fermin urdaiz Comentó:

    Malhumorado Matanza:
    De todo este “blogueo”,me quedo con los comentarios DesEquilibros,Riesgo
    y Ó´Donnell.
    Le recomiendo:
    Leer el libro.Leer a Quevedo.
    De nada.